Y….. ¿Dónde quedó la MUJER?
En esa actitud doña huevotes hay una realidad que todos pasan desapercibida y es la otra cara de la moneda de una mujer fuerte y “todo lo puedo”, dentro de ella hay un anhelo de ser quien en verdad es, está de alguna manera atrapada en un comportamiento más forzado y desde la necesidad que desde la libertad. Sus posiciones de sobre responsabilizarte, autoexigencia y capacidad de resolución la han atrapado en una realidad llena de demandas y exigencias.
Una mujer doña huevotes es demandada en todos los lugares donde se para, no tiene derecho a estar confundida, a no tener la solución a un tema, no tiene derecho a sentirse triste y a mostrarse débil, no tiene derecho porque siempre ha mostrado un rostro que todo está bajo control, y que hoy no se le permite que lo cambie o que no de la seguridad a los que esperan tanto de ella.
Es muy duro y muy doloroso ser Doña huevotes, pensamos en ella como una mujer siempre en control, pero en el fondo hay mucho miedo que busca cubrir con control, mucha necesidad de recibir que busca llenar dando, mucha vulnerabilidad que evade protegiendo a otros. Hay una seria desconexión con su propia vulnerabilidad que le cobra factura a través de sobre peso, la enfermedad, la rigidez corporal u otras más serias como el cáncer de mama o cérvix que son órganos bloqueados por su masculinidad.
La relación con los hombres
La relación con la pareja es compleja y tiene sus retos, ya que siendo una mujer tan Alfa suele tener imán por hombres que son todo lo contrario a ella o que son igual que ella y esto siempre es complejo. Cuando somos tan controladores y dominantes, solemos infantilizar el comportamiento de las personas con las que nos relacionamos y que de alguna manera les cuesta trabajo asumir su propia responsabilidad. Es común que una mujer Doña huevotes encuentre en el camino esos hombres que están buscando mamá que les dé teta y que les cuesta sentirse capaces y fuertes para la vida.
Estar con hombres infantilizados suele hacerla sentir muy sola y la mamá de la relación. Esto confirma la película en su cabeza donde los hombres están ausentes y ella tienen que resolver todo. Una doña huevotes puede construir sin darse cuenta esta realidad al asumir responsabilidades que no le tocan, no pedir, no necesitar y de alguna manera vas enseñando a tu pareja que tu no necesitas y que puedes arreglártelas por ti misma. Esto es cierto, tu puedes hacer lo que necesitas y arreglártelas sola pero no se trata de eso, se trata de merecimiento, de saber recibir, también necesitas ser vulnerable, ser cuidada, ser guiada, escuchada. Recuerdo una paciente que su esposo de decía, ¡Aguas porque traes falda pero si te agachas se te salen los huevos!
En esta neurosis de demostrar, defender y cubrir, se coloca una rígida máscara donde todo lo puedo, todo me toca y pierdo la capacidad de recibir, dar espacio y permitir. Nos quedamos con los huevos pegados y sin posibilidades de quitártelos donde no toca. No se trata de ser Bambi, se trata de saber usarlos a tu favor y no que ellos te terminen devorando.
¿Cómo equilibrar?
Aprender a conectar con su vulnerabilidad es el gran primer paso. Ir al fondo de ti misma y conectar, sentir y validar la tu que tiene miedo, que es más libre de lo que parece, que no le importa tanto la perfección, que siente y es libre.
Hay que trabajar la relación con la feminidad y la madre, reconciliarse con la madre e integrar su fuerza y su vulnerabilidad, es un trabajo terapéutico profundo que requiere acompañamiento pero que vale la pena.
Hay que activar a la Mujer dentro, la sabia, la mujer luna, la intuitiva, la compasiva. Activar a la que sabe que es valiosa y merecedora, la que necesita, siente y percibe la vida desde su cuerpo y no desde su cabeza.
No necesitas ser hombre para ser fuerte
No necesitas ser hombre para tener vida propia
No necesitas depender para ser cuidada
pero tampoco No depender para no ser lastimada
La fuerza de tu alma está en tu ser mujer,
Sensible, compasiva, empática y poderosa.
Hoy la batalla es por recuperarte a ti misma
¿En dónde comenzar?
En tu interior, en tus diálogos, en tu dolor.
Ana Mar Orihuela